lunes, 15 de noviembre de 2010

Pedraza destacado hijo de...la burocracia sindical

por Horacio Rovito
 
Para cualquier breve análisis referido a la situación del movimiento obrero argentino, hay que partir de tener siempre presente que el general Perón fue el creador de un sindicalismo como apéndice del Estado Burgués, dirigido por una obediente y corrupta burocracia sindical, “la columna vertebral del movimiento”, como recientemente nos lo recordara  el ex Duhaldista Aníbal Fernández.
 Varios de sus primeros escritos o discursos muestran ya claramente a Perón como un inteligente defensor del capital.  Veamos sino el siguiente párrafo, breve pero muy ilustrativo: “Señores capitalistas, no se asusten de mi sindicalismo, nunca mejor que ahora estará seguro el capitalismo, ya que yo también lo soy, ya que tengo estancia y en ella operarios. Lo que quiero es organizar estatalmente a los trabajadores para que el Estado los dirija y les marque rumbos, y de esta manera se neutralizaran en su seno las corrientes ideológicas y revolucionarias que puedan poner en peligro nuestra sociedad capitalista en la posguerra. A los obreros hay que darles algunas mejoras, y serán una fuerza fácilmente manejable”. (Cuadernos Americanos, N· 3, año 1946) (1).
Por lo cual, su  construcción sindical está inspirada en la experiencia de la Italia de Mussolini, que Perón conoció y admiraba, a tal punto que los estatutos de la CGT son un reflejo de la Carta del Lavoro, de la similar institución de tendencia fascista.
Uno de los principales conceptos que fue inmediatamente eliminado de los estatutos anteriores, es el de la lucha de clases, reemplazado por el de la armonía de clases, yendo así contentos y de la mano los explotadores con los explotados.
En una palabra, los sindicatos burocratizados fueron y siguen siendo organizaciones paraestatales, al servicio de los gobiernos burgueses de turno, sean civiles o militares. Prueba de ello es que la burocracia fue cómplice de todos los golpes de estado. Es más, delataban a los delegados y obreros honestos luchadores, como sucedió por ejemplo a partir del golpe del año 1976, en empresas como Mercedes Benz o Ford, entre muchos otros casos .  
Si bien las Fuerzas Armadas son el brazo armado del poder económico, la burocracia sindical es el brazo represivo directo en el movimiento obrero, contando incluso con grupos de matones, mal llamados “barras bravas”, que actúan como fuerza de choque.
Son los que asesinaron al compañero Mariano, en complicidad con la policía, aunque los autores intelectuales están a otro nivel.



De este “semillero” nació y se crió José Pedraza.  En los años 60  la jugaba de zurdito combativo, como muchos otros renegados actuales, y participaba de la CGT de los Argentinos, aunque velozmente se borró luego del mencionado golpe del 76, no obstante que muchos de sus compañeros cayeron presos o fueron desaparecidos.
En la denominada apertura democrática, apareció astutamente de la mano de Saúl Ubaldini y con su apoyo logró escalar posiciones, hasta llegar a ser secretario general del gremio ferroviario, cargo que mantiene hasta la fecha. Pero su brillante carrera ascendente no terminaría allí.  Hábilmente se hizo menemista “de la primera hora”, apenas el inefable riojano comenzó a aparecer como casi seguro futuro presidente, ante el fracaso del alfonsinismo.
Por lo visto, esta actitud no obedeció a profundos y nobles ideales, sino que obtuvo una muy jugosa recompensa: recibió la concesión del ferrocarril Belgrano Cargas, un excelente negocio que lo transformó en un exitoso patroncito de sus supuestos representados, los trabajadores ferroviarios.  
En esta empresa hoy día está asociado con el “proletario” Macri, el kirchnerista Moyano y un grupo inversor extranjero. Desde ya que también son beneficiarios de los millonarios subsidios que sigue otorgando el actual gobierno, al cual ahora responde.  Vale aquí un viejo refrán que dice: “Dios los cría y el viento (o los intereses de clase) los amontona”.
En conclusión, no hay forma de tomar decididamente el camino de la liberación nacional y social de nuestro pueblo, a cuya cabeza deben estar los trabajadores, sin una lucha unitaria y sin vacilaciones contra la denominada “santísima trinidad”: el Estado burgués, la patronal local e internacional y la burocracia sindical.
Al mismo tiempo, hemos aprendido que no es necesario “golpear la puerta de los cuarteles” para garantizar la continuidad  de la hegemonía del sistema, cada vez que es acosado por el alza de las luchas populares.
Hubo y hay métodos más sutiles, como ser entronizar gobiernos falsamente progresistas, o de “centroizquierda”, con políticas gatopardistas, (cambiar algo para que todo siga igual), que incluso promueven  constantemente ídolos falsos, como los Alfonsín o los Kirchner.
Todo esto nos indica la imperiosa necesidad de llevar a cabo una amplia y permanente lucha ideológica cultural, sin la cual, no hay posibilidad de avanzar en el mencionado rumbo emancipador, además de superar sectarismos y hegemonismos, que tanto daño hacen a la imprescindible convergencia del campo popular, como única forma de edificar un sólido poder de los trabajadores y  demás sectores oprimidos y explotados. No olvidar nunca que en el combate de clases solo puede vencer la clase sojuzgada, si es capaz de ir construyendo un poder y una cultura superior al de la clase dominante. Es esta una de las cuestiones esenciales en las que ideológica y prácticamente  se define el auténtico carácter revolucionario de una organización que se precie de tal.


(1)  A fin de conocer más a fondo el pensamiento y los objetivos del Gral. Perón, y por supuesto del peronismo, es conveniente leer su libro "Conducciòn política".
 



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Prensa Avanzar Nº13